obras
CIRCO BEAT
2015
“….todo el mundo juega aquí en el circo beat” (Fito Páez)
Mis memorias sobre la primera vez que fui de niño al circo son un poco confusas. Mientras más pienso en ellas, a veces creo que quizás nunca me llevaron a ese lugar, que quizás todo es producto de la imaginación de un niño que buscaba refugiarse en otros territorios y espacios mentales. Lo que sí tengo claro es que lo que más me ha llamado la atención de un circo no son los payasos, los animales haciendo piruetas, el maestro de ceremonias ni los trucos de magia. Lo que más me ha llamado la atención de un circo siempre han sido los trapecistas.
Estos personajes enfundados en trajes vistosos y de colores, desafían la gravedad con sus piruetas y giros en el aire, siempre con el riesgo de caer y hacer el papelón de sus vidas. Eso, si cuentan con red, sino la cosa es más complicada. Siempre viviendo en riesgo, siempre al límite.
Saltemos en el tiempo, hasta fines de los 80’s, cuando un mundo de posibilidades se abría ante mí y descubro la arquitectura, esa disciplina que es como dibujar en el aire, como proyectar ideas en 3D, como tratar de construir un universo trazando líneas sobre papel. En algún momento consideré estudiar arquitectura, pero terminé estudiando Artes Plásticas, que era lo que desde un principio había querido.
Recuerdo claramente que durante los primeros años, luego de terminar la Universidad, ya con un taller propio y pintando para montar mi primera muestra individual, le pedí a una amiga arquitecta varios de sus planos y los guardé celosamente, con la idea de algún día utilizarlos en algún proyecto aún por definir. No tenía idea de lo que quería hacer, sólo quería guardarlos para más adelante. Luego, esos planos se dañaron en una pequeña inundación que hubo en mi taller y terminaron, muy a mi pesar, desechados.
Y llegamos a hace un par de años, cuando las imágenes de los trapecistas volvieron a tomar fuerza, a la vez que llegaban a mis manos, por las vías más extrañas, un par de planos arquitectónicos antiguos. Mi cerebro hizo la conexión adecuada (creo) y terminé juntando los dos lenguajes: uno sumamente racional, el otro sumamente intuitivo. Uno que se puede cuantificar matemáticamente, en el que se necesitan instrumentos para llevarlos al papel, el otro lo opuesto, tan arbitrario y aleatorio que sólo se puede representar a mano alzada. Imposible hacerlo con reglas.
Así, estos planos llenos de líneas, de números y de letras se ven invadidos por imágenes de personas en movimiento, haciendo todo tipo de piruetas aquí y allá, en el aire y en el piso, con cables y cuerdas o sin ellos, pero siempre dando vueltas y vueltas. No se trata de “cancelar” la imagen del plano, sino de alguna manera complementarla con los personajes, dejar ver, a través de ellos, lo que está detrás. De alguna manera lo imposible se hace posible. Dos lenguajes tan distintos dialogan, conversan, se complementan. Supongo que el arte tiene esa cualidad: la de volver a sorprendernos con hechos del pasado que uno creía olvidados, recordar aquello que nos emocionaba cuando éramos niños; jugar con estos recuerdos, darles la vuelta y decir algo nuevo con ellos.
Jugar, recordar, sorprenderse. De eso se trata la vida. Un auténtico Circo Beat.
Gonzalo García Callegari